En días pasados, dos hechos relacionados con la violencia en Venezuela fueron titulares: la risa y la foto. Mientras tanto, nuestros familiares son tragados por la violencia de la calle y son prejuzgados por reportes sensacionalistas.
Originalmente transmitido por CNN, en Youtube apareció parte del debate sobre la criminalidad en Venezuela entre Andrés Izarra, presidente de Telesur, y Roberto Briceño León del Observatorio Venezolano de la Violencia. Del dominio público es el carácter de lo que se volvió dos soliloquios: parecía que la discusión no era sobre un tema que obsesiona sino una sesión de programas de chismes de farándula.
Ante el problema que preocupa a la mayoría de los venezolanos, Izarra declaró “Yo me muero de la risa”. Imaginé cuán molesta resultaría la risa, risa irónica en contraste con las manos de profeta, manos de tolerancia pintadas por Guayasamín y que se veían al fondo. Cuántas personas se habrán ofendido al ver y escuchar una risa que minimiza la inseguridad ciudadana.
El otro hecho fue la foto de la morgue aparecida en El Nacional el viernes 13 de agosto. La imagen es sobrecogedora y dejémonos de eufemismos: es morbosa. Cuerpos apilados, compartiendo la misma camilla. Cuerpos a los que arrebataron la dignidad.
La foto pasó a ser centro de otra polémica. Mientras que los organismos oficiales afirman que la imagen atenta en contra del bienestar psicológico de los menores, los medios apelan a la libertad de expresión para denunciar la ineficacia gubernamental.
En todo caso, la foto señala que algo más profundo ocurre en la sociedad venezolana. Las imágenes que en el pasado pertenecían a la esfera de tabloides amarillistas como Alerta y Crónica policial ahora El Nacional reclama el derecho a mostrarlas. De nuevo, la pregunta fue qué sentiría un familiar teniendo los restos de un ser querido en ese degradante espacio.
Pude saberlo a la mañana siguiente. Mi sobrino Kenny, la noche anterior anduvo con su moto por la Avenida Sucre a la altura de La Pastora. En la calle le dieron el tiro que atravesó sus órganos vitales. Su cuerpo estuvo en el hospital desde las dos de la mañana hasta las diez de la noche del sábado. De allí fue enviado a la tan temida morgue y se lo entregaron a su padre la mañana del domingo.
En la página de sucesos de El Universal apareció que “Al parecer un grupo de individuos fue a buscarlo y hubo un tiroteo”. El reporte afirma el fallecimiento y a la vez, a través de la elipsis, sugiere la situación: “al parecer” Kenny tenía una deuda pendiente. La noticia publicada por Últimas Noticias prescinde de la retórica y degrada directamente al muchacho: "ajuste de cuentas".
Kenny trabajaba, no andaba en patotas, no tenía armas; entonces cómo sugerir que fue una de las partes en un tiroteo. La gran culpa, la terrible culpa de Kenny fue pensar que podía andar de noche por Caracas. “Al parecer”, los reporteros no tuvieron oportunidad de averiguar y se fueron con el perfil demográfico: hombre de 25 años, en moto, atacado en el oeste de Caracas.
Habría qué averiguar si las organizaciones gubernamentales que se preocupan por el bienestar de niños y adolescentes están conscientes que los familiares de los fallecidos también son víctimas de la delincuencia. Tal vez puedan explicar a mis sobrinos adolescentes la razón por la cual su hermano no estará más con ellos.
Tal vez mi hermana y mi cuñado encuentren el organismo que asiste a parientes de fallecidos por la violencia. Tal vez la entidad ayude con la desgracia. Tal vez ayude a la familia a superar una realidad que, desde el 14 de agosto, imita la ficción de Cortázar y en la que día a día le inventan excusas a la abuela sobre la ausencia de Kenny. Ella no soportaría la verdad de la muerte ni la mentira de los tabloides.
La pérdida es doble: la desaparición de Kenny con el agregado de un supuesto matiz delictivo. Ojalá que los reporteros de El Universal o de Últimas Noticias investiguen el hecho y no nos quedemos con la versión de que mi sobrino “al parecer” fue una de las partes en un tiroteo. No es justo para con él. No es justo para la familia. La pregunta es: ¿Reportes sensacionalistas como el de El Universal o el de Últimas Noticias están amparados bajo la libertad de expresión?
Pablo, lo siento tanto... Tantísimo.
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