Eva y Pedro. Noche fría. Eva está sola, sentada, en un banco de una estación de metro. Lleva un gran abrigo y un bolso. Se levanta. Mira hacia un lado. Mira hacia el otro. No ve a nadie. Escucha un ruido que la sobresalta. Se sienta. Mira el reloj. Cierra los ojos. Los abre de nuevo. Mira hacia las vías.
EVA: ¡Ah, ratas…! ¡Qué asco…! (Eva se levanta). Seguro que cuando está vacío, ésas se montan en los bancos. (Para sí). No debes temer a las ratas, no debes temer a las ratas, no debes temer a las ratas.
Entra Pedro.
PEDRO: ¿Le pasa algo? (Coloca una mano sobre el hombro de Eva).
EVA: ¡Ahhh…!!!
PEDRO: ¿Qué tiene?
EVA: ¡No me toques…!
PEDRO: Perdón. No la toco. (Retira la mano).
EVA: Aléjate.
PEDRO: Pero si sólo quiero…
EVA: Sé lo que quieres: abusar de una pobre e indefensa mujer.
PEDRO: ¿Cómo se le ocurre?
EVA: Que te alejes. ¡Auxilio…! ¡Auxilio…!
PEDRO: Ya, me alejo. Salió loquita la muchacha.
EVA: Loca tu madre.
PEDRO: Ya, ya, deja el insulto. De mal agradecidos está lleno el mundo.
EVA: Ya sé, te quieres aprovechar de mí. Pensaste que soy una…
PEDRO: Una nada… tengo malos ratos, pero no malos gustos.
EVA: ¡Grosero…!
PEDRO: Deja la histeria. Estabas hablando sola y sólo quise ayudar. Pero ya. Listo. Nadie me manda a meterme donde no me llaman.
Pedro se aleja de Eva. Pausa. Ruido y luces de tren.
PEDRO: El expreso. ¡Qué vaina, no pasa el tren local.
EVA: ¿Hablas conmigo?
PEDRO: No.
EVA: Pero estabas hablando.
PEDRO: Para mí mismo. ¿Qué? ¿Está prohibido hablar solo?
Eva mira fijamente las vías del tren.
EVA: Fuera ratas. ¡Fuera, ratas! ¡Quítense…!
PEDRO: Ahora les toca a las pobres ratas soportarla.
Eva se acerca a la orilla del andén. Cuando está por saltar, Pedro la sujeta.
EVA: ¡Socorro! ¡Socorro! Un hombre me está manoseando.
PEDRO: Chica, pero estás de psiquiatra. No quieres que te toque, pero estabas por suicidarte.
EVA: ¡Socorro!
Pedro la sacude por los hombros.
PEDRO: ¡Ya! Siéntate.
EVA: (Solloza). Es que una no se puede morir en paz.
PEDRO: Sí, te ibas a morir. ¿Con cuál tren si no viene ninguno?
EVA: Ése no es el punto… estaba ensayando.
PEDRO: Tú eres una loca exhibicionista. La gente cuando se quiere morir espera un tren que la espachurre bien espachurrada, o se tira de un edificio bien alto, o toma veneno. Tú lo que querías era llamar mi atención, ¿verdad?
EVA: No te me acerques… no te me acerques… voy a gritar.
PEDRO: Es lo único que has estado haciendo todo el tiempo. Me quieres provocar.
EVA: Abusador.
PEDRO: Ven mamita, pa’ que se te pase el susto.
EVA: Déjame en paz.
Pedro se acerca. Le abre el abrigo de un tirón. Debajo del abrigo, Eva lleva ropa interior.
EVA: No te acerques a una mujer indefensa.
Pedro la abraza. Eva saca de su bolso un revólver. Apunta a Pedro.
PEDRO: ¿Qué haces, loca?
EVA: Mira que eres tonto. Nunca te acerques a una mujer indefensa.
PEDRO: Deja ese revólver…
EVA: Dame la cartera.
Pedro se la da.
EVA: Ya resolví la noche
PEDRO: Pronto va a pasar un tren.
EVA: ¡Ay, qué miedo…! Quítate los pantalones.
PEDRO: ¿Aquí, en plena vía pública?
EVA: Sí, donde querías abusar de mí.
PEDRO: No, me da vergüenza.
EVA: (Apunta a la entrepierna de Pedro). Uno… dos…
PEDRO: Está bien, está bien.
Pedro se quita los pantalones; escucha un ruido.
PEDRO: Viene alguien.
EVA: Vístete.
Pedro se pone el pantalón torpemente. Ambos se sientan en el banco. Pausa.
PEDRO: Estuviste excelente.
EVA: Y tú también, Pedro. Pero…
PEDRO: ¿Qué?
EVA: Esta fantasía ya me está aburriendo. ¿Y si hacemos la de la mujer policía?
PEDRO: Mmm… mejor la del bombero que con la manguera rescata a la joven del incendio.
EVA: Lo que tú digas, amor. Mañana busco la gasolina y prendo el apartamento.
PEDRO: No veo la hora de rescatar a la joven indefensa.
EVA: ¡Qué rico…! ¿Sabes una cosa?
PEDRO: Dime, Eva.
EVA: Me da tristeza que las otras parejas no sean tan felices como nosotros.
PEDRO: Sí, qué lástima. Sólo nosotros somos los suficientemente cuerdos para no aburrirnos.
(Caminan abrazados por el andén del metro. Oscuro).
Me gustó! Y ya me estaba creyendo el drama!!!
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