(Pieza brevísima).
Banco en un parque. Entra Pablo. Ve un punto próximo al banco que tienta al descanso. Se echa a dormir. Entra Pedro con un libro bajo el brazo.
Pedro mira alrededor. No ve a nadie. Se arma de valor y predica a la soledad.
PEDRO: Aquí está bien para la práctica. (Tiene el libro en la mano mientras practica. A una supuesta multitud). Pecadores: arrepiéntanse. El señor les brinda la oportunidad de subir al cielo si se arrepienten de la mala vida, si reconocen que él es el camino y la vida, si reniegan de esa vida de pecado y de lujuria. A él debemos lo que somos, él nos ha traído aquí para que alabemos su grandeza. El que no lo reconozca está en camino de la perdición…
PABLO: (Exaltado). ¿Qué pasa?
PEDRO: ¡El señor iluminó mi vida…!
PABLO: ¡Que se calle…!
PEDRO: (Toma fuerzas). He escuchado a un fariseo, a uno que no quiere y reniega de la palabra. Y por descarriados como él, es que el señor me ha dado fuerzas para regar la buena nueva del reino de los cielos.
PABLO: (A Pedro). ¿Te podrías callar un rato?
PEDRO: No soy yo el que habla. Es mi señor el que pone las palabras en mi boca. Él me manda para que encuentres el rumbo, para que dejes de adorar a los falsos ídolos, para que subas a los cielos…
PABLO: Mi problema no es subir al cielo. Mi problema es descansar.
PEDRO: (Al cielo). Señor: me has puesto una dura prueba. No importa: saldré airoso de ella. (A Pablo). No te preocupes, pecador que voy a orar por ti.
PABLO: ¿Y el señor no te dijo que es pecado estar jodiendo la paz y la tranquilidad de los demás? ¿No te dijo que hacer ruido contamina?
PEDRO: ¿Y quién hace ruido?
PABLO: Tú, con las pendejadas que estás diciendo. Así que mejor te callas. No lo repito.
PEDRO: Él quiere que los desposeídos subamos al cielo. (Abre el libro). Aquí dice…
PABLO: ¿No dijo “bienaventurados los que tienen sueño porque de ellos será el reino de las camas"?
PEDRO: ¡Pecador…!
(Pablo se acuesta. Da la espalda a Pedro que calla).
PEDRO: Señor: esto no es una oveja descarriada, es un lobo disfrazado de oveja. No quiere escuchar tu palabra. Lo has mandado para que yo haga el milagro. Cuando cuente esta historia a los hermanos no me lo creerán, pero ahí estará el pecador arrepentido para dar testimonio. Seré el nuevo pastor de la iglesia… iré por todos los países para regar la buena nueva. Conduciré tu rebaño, mi señor. Seré el Pablo de estos tiempos.
PABLO: ¿Qué?
PEDRO: No hablo contigo.
PABLO: ¿Y por qué me llamaste?
PEDRO: (Confuso). ¿El señor? ¿Te has disfrazado de hombre para probarme?
PABLO: Lo tuyo es de psiquiatra. ¡Qué señor ni qué carajo…! Pablo, me llamo Pablo y acabas de decir mi nombre.
Silencio vergonzoso de Pedro. Pablo se acuesta de nuevo. Pedro abre el libro. A hurtadillas se acerca a Pablo.
PEDRO: Dios el señor sacó al hombre del jardín del Edén, y lo puso a trabajar la tierra de la cual había sido formado…
PABLO: ¡No…! ¡De nuevo no…!
PEDRO: Después de haber sido sacado el hombre, puso al oriente del jardín unos seres alados…
PABLO: ¡Ya, loco…!
PEDRO: El rey dirá a los que estén a su izquierda: “apártense de mí, ustedes que están bajo maldición, váyanse al fuego eterno…”
PABLO: ¡Basta…! Ni una palabra más. Estás jodiéndome la vida. Vete con los que creen en esa vaina y déjame en paz.
PEDRO: Hay que recuperar las almas. No tendría gracia predicarle a los hermanos que creen lo que yo creo.
PABLO: Pues tampoco aquí tiene gracia. Entiéndelo, me importa un coño lo que digas, me importa un carajo el señor…
PEDRO: ¡Un sacrilegio tras otro…!
PABLO: Me importa un coño pasar la eternidad en la última paila del infierno. Así que cállate, chitón, cierra la boca.
PEDRO: Estoy rescatando tu eternidad.
PABLO: Antes de rescatar la eternidad, rescata mi presente: habla para que me devuelvan el trabajo. Habla con mi mujer y dile que vuelva. Convence a mis acreedores para que no me manden preso. (Pausa breve). Déjame dormir porque tengo dos noches que no pego un ojo.
PEDRO: Pues aquí tienes la solución. El libro sagrado. El libro de los libros.
PABLO: ¿Qué hago con él? ¿Hace cheques divinos? ¿Hace que lo reenganchen a uno? ¿Sirve de almohada?
PEDRO: Mejor. Es la sanación. Tócalo.
Pablo agarra el libro con cierta reverencia. Cierra los ojos. Trata de sentir la energía del libro. Mientras tanto, es evidente la emoción que siente Pedro al ver que Pablo intenta conectarse con lo divino.
PABLO: (Suelta el libro). No pasa nada. No siento nada.
PEDRO: A lo mejor si lo lees, para eso es que sirven los libros hermano, y sobre todo éste.
PABLO: (Abre el libro y lee). “¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos” ¡Coño…!
PEDRO: Sin herejías.
PABLO: (Continúa). “Por favor, amigos míos, no cometan tal perversidad. Tengo dos hijas que todavía son vírgenes; voy a traérselas para que hagan con ellas lo que les plazca…”
PEDRO: Sigue, que encontrarás consuelo.
PABLO: “El señor hizo que cayera del cielo una lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. Así destruyó a esas ciudades y a todos sus habitantes, junto con toda la llanura y la vegetación del suelo. Pero la esposa de Lot miró hacia atrás, y se quedó convertida en estatua de sal…”
Pablo cierra el libro. Se sienta en el banco. Silencio.
PEDRO: ¿Y?
Pablo no contesta.
PEDRO: ¿Encontraste la palabra? ¿Meditas? ¿Preparas tu corazón para recibir al señor?
Pablo lo ve sin decir nada.
PEDRO: Vamos a la congregación para que conozcas a tus hermanos.
PABLO: Este libro es una… una soberana…
PEDRO: ¡Calla…! Sin herejías.
PABLO: Por eso es que estás como estás. Por leer eso.
Pedro salta sobre Pablo y le quita el libro. Lo toma y lo protege de cualquier posible ataque.
PABLO: ¿Qué consuelo ni qué nada hay en esa cuerda de disparates? ¿Un papá que ofrece a las hijas vírgenes para que la gente del pueblo no se meta con sus amigos?
PEDRO: Es una metáfora. (Abre el libro y lee). “ La gente de Judá ha hecho el mal que yo detesto –afirma el señor-. Han profanado la casa que lleva mi nombre al instalar allí sus ídolos abominables…”
PABLO: Dame esa vaina ya.
PEDRO: ¡No…! (Lee). “Por eso llegarán días cuando los cadáveres de este pueblo servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra, y no habrá quien los espante…”
PABLO: Dame acá. (Se acerca a Pedro).
PEDRO: El libro sagrado no lo tocas.
Pablo toma un palo y se acerca más a Pedro.
PABLO: El libro.
Pedro da unos pasos atrás.
PEDRO: Cualquier cosa, mi vida, mi mujer, mis amigos, lo que quieras, pero el libro no.
PABLO: (Toma un palo que encuentra). El libro.
PEDRO: No.
Pablo se acerca más. Pedro brinca hacia él y le da un cabezazo en el estómago. Pablo suelta el palo y cae. Pedro brinca sobre él.
PEDRO: ¿Quieres el libro? Toma. (Golpea a Pablo con el libro).
PABLO: ¡Deja, idiota!
PEDRO: (Sigue golpeándolo con el libro). ¡No te quejes…! Son golpes celestiales, golpes que te manda el señor para que te alumbren, descarriado. ¡Toma…! La palabra te va a entrar así sea a golpes. (Abre el libro y le restriega por la cara las páginas a Pablo). Entenderás la palabra, te lo juro.
Pablo logra zafarse. Pedro no se da cuenta. Agotado, Pablo se levanta brinca sobre Pedro y le quita el libro.
PABLO: ¡Por fin…!
PEDRO: Suelta mi libro que me costó bien caro.
PABLO: ¿Te vas a ir con tu palabra pa’l carajo?
PEDRO: ¡Jamás…! El señor me mandó.
(Pedro se levanta y se dirige a Pablo).
PABLO: Das un paso más y lo rompo en dos.
PEDRO: (Gimoteando). ¡No…!
(Pausa breve).
PABLO: ¿Lo quieres?
PEDRO: (Gimoteando). ¡Síiiii…!
PABLO: Muy bien. Allá va.
(Pablo tira el libro que sale por la parte derecha del escenario. Pedro queda inmóvil un momento y luego corre a buscar el libro).
PEDRO: ¡Mi libroooo…!
(Pablo con tranquilidad se dirige al punto donde se sentó a descansar al principio y se acuesta).
©-2008
Me hiciste recordar a los predicadores de las cuatro esquinas de mi barrio aquí en El Barrio. No dejaban a uno dormir los domingos por la mañana, contrastado por la doña que se levantaba de madrugada a gritar obsenidades "a toda boca" (igual que ellos, pero sin micrófono!)
ReplyDeleteAunque desde pequeño los he visto, me sorprende el desbordamiento de estas personas para tratar de convencer que tienen la verdad en sus manos... o en su boca :-)
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